El pequeño Fredy va al rugby

Los integrantes de la expedición buquiza a esas tierras españolas, francesas, vascas o vasco-francesas (sólo Díos sabe a ciencia cierta como llamar a cada parte del territorio ese) que fueron a ver ese deporte que hace que un maziello vea por fin plasmado en un terreno de juego su espíritu e ideales, han regresado sanos y salvos, estas son algunas de sus aventuras y desventuras:





Nuestros queridos amigos partieron a punta mañana desde el Boston con el fin de ver si alguna zagaleta de esas que trasnochan y que llevan una vida un poco alegre se acercaba a almorzar, para variar sólo vieron mastos de 50 años que se disponían a salir a cazar.



Tras una larga kilometrada embutidos en dos Seat Ibiza, llegaron a Hondarribia. Un lugar pequeño pero majo de ver en el que todos esperaban fartarse. Con lemus a la cabeza, dieron un paseo por el pueblo y buscaron lugar de comer. Se adentraron en un restaurante preparándose para una gran lifara, pero lo que ahí encontraron fue comida de una mediana calidad y escasa cantidad, muy escasa; con la razonable indignación de la parte más lifarera del grupo.



La comida la salvo el encontrar un número de teléfono escrito en una pizarra que rezaba así: Erika: 628... sobra decir que el casanova de Rusia (como más adelante se demostrará) enseguida le estaba haciendo perdidetas y animado o corroído, según se vea, por Kósobo dieron otra vuelta de tuerca al asunto mandandole un MMS con una fantástica foto (que Germán gustoso se prestó a endulzar) a la que Erika no podría hacer otra cosa más que llamarles y pedirles quedar, esta es la foto:



La Erika en cuestión ni contesto ni dió señales de vida, suponemos que debido a que no le funcionaba el móvil o no tenía saldo.

Por fín, con la gazuza escasamente satisfecha, marcharon a Biarritz. Al llegar a Francia se dieron cuenta de qué tipo de país es éste a no llevar ni 5 kilometros de carretera francesa recorrida y haber pagado ya 3 peajes. Alguno que otro se consolaba pensando en la condena a Santos Mirasierra o en esa selección de fútbol que tienen con menos blancos que la selección de Nigeria... Una vez en Biarritz decidieron dar una vuelta, de nuevo con Lemus a la cabeza y luego ir a dejar los trastes al albergue.

El albergue en sí estaba bastante bien, el único defecto que le entontrarón fue que para llegar a él había que bajar un barranquízo que pasaba por debajo de un puente que parecía que llevaba al mismo infierno, o peor aún, a un infierno lleno de franceses... mientras descendían a las profundidades hubo una frase sentenciadora: Si no nos atracan por estas calles, ya no nos atracarán en la vida. O: Si nos viene a atracar un gitano decidle que somos de Barbastro que seguro que tiene familia ahí. Cuando por fín llegaron al albergue, para sorpresa de nuestros aventureros, el sitio estaba bastante bien y sin peligros de atracos u otros actos bandálicos. Una vez en el albergue, rellenaron las fichas que hay que rellenar, con un apartado que era el de profesión en el que había astronautas, pintores, costureros, etc. Y una vez dejado el equipaje marcharon a Bayona a ver el rugby.

Lo primero que hicieron los integrantes de la expedición fue pasar por el bar y pedirse dos bocadillos de dos palmos que espantarían al mismimo Bud Spencer. Estos bocadillos no llevaban ni tomate ni mahonesa ni ostias, pero llevaban dos trallos de salchichas que hacían olvidarse del resto de ingredientes o de que las cañas estaban esbafadas. Con el bocadillo en la mano y la sonrisa en la boca (que fácil resulta hacer feliz a esta gente) se adentraron en el campo de rugby a ver el partido. Una de las opciones era ver el partido de pie pero con mejor vista o, en cambio, verlo en el asiento pero un poco peor. Esto hizo que surgieran roces entre integrantes, como demuestra este diálogo:

Integrante 1- La 2ª parte la podríamos ir a ver allá de pie, que se ve mejor el campo.

Integrante 2- Oyeeee... que allí me canso de estar de pie.

Integrante 1- Pues nos quedamos aquí si no...

Integrante 2- Jooodeeer...es que aquí cojo frío...

Integrante 1- Blasfemias varias.

Entre parte y parte, esos bucos que tanto disfrutan en el Público se fijaron en que campaba por ahí una chica de seguridad que rondaba los 16 años y que cualquiera se la hubiera ceprenado. El plan pasaba por romper el hielo preguntándole que por donde se salía de fiesta, a pesar de que ya lo sabíamos como alguno se precipitó en señalar, y de ahí tirarle los trastos de mala manera. Con paso firme se acercaron a la moza, que estaba acompañada de una señora de mediana edad también de seguridad y le preguntaron que si sabía inglés. Ella hizo un gesto con la mano de que medio medio, mientras que la señora parecía saber lo mismo o menos. Resulto que la vieja se puso a hablar por los codos y parecía un guía michelín mientras la zagaleta se distanciaba y los buquizos empezaban a mirar al partido y a mostrar indiferencia mientras no había quien hiciera callar a la señora. Tanto en el campo como en la grada no había quien hiciera un ensayo.

Una vez finalizado el partido rumbo a los bares, donde fascinados apreciaron lo receptivas que son las francesetas y el drástico cambio que hay con las zagalas de Barbastro y alrededores. El que mejor lo pudo comprobar fue Rusia, que tras una mirada que podría haber doblado cucharas, empezó a hablar con una moza y para asombro de todos aquello tenía muy buena pinta. La zagala iba acompañada de una amiga, la cual enseguida vio que también tendría varón si de el requería, pues bamboleaba por ahí Portugal al acecho. Tanto prosperó aquello que les dijeron que fuesen con ellas a Biarritz de fiesta, pero por motivos que aún nadie comprende, dijeron que no.

Al día siguiente fueron a comer a San Sebastián, donde por fín comieron como es debido y después volvieron al Somontano escuchando a los psicokillers, que junto a la fartera que llevaban, a más de uno revolvieron las tripas.