viernes, diciembre 26, 2008

Navidades, la gran fartaya (I)

Bien, pues resulta que hoy mismo me han comentado que la gente echaba en falta crónicas de partidos del Buco, o cuanto menos un mero resumen con los resultados y demás. De una manera suave y amable se podría decir que hasta que no ganemos un partido, un servidor no piensa relatar ninguna de las penurias que al Buco Juniors le ocurren cada semana. Es por eso que todavía no se ha hecho crónica alguna y es por eso que dudo se haga ninguna hasta el final de temporada.
Pero como la muchachada está ansiosa, procederé a relatar el "partido" jugado en los campos de sport de Nieblavilla en la tarde-noche del veiniticincodediciembrefumfumfum. Lo que comenzó como unas inocentes cervezas en Domingo's se fueron convirtiendo en un ascenso imparable a las más altas cotas de la gula y la depravación más obscena en cuanto a términos de fartera podamos imaginar. Desilusionados por no encontrar garitos de farte adecuados al pozo sin fondo que gruñía desde nuestros voraces estómagos, desvalidos y olvidados desde hacía tres, o cuatro horas en el mejor de los casos, se decidió repostar con alimento y no con vino, en la frontera natural entre Nieblavilla-la-nueva y Nieblavilla-entre-muros. Al vernos aparecer por ese local, la gente miraba fija, con ganas, con ilusión, como si nunca hubieran visto el acto de la deglución. Un maziello de pro apuntó a uno de los buquizos:
-Pero, ¿dónde vais, a comer croquetas? Con lo bien que estariáis en caseta comiendo los canelones que han sobrado de la comida...
A lo que uno de sus amigos respondió muy acertadamante.
-Pero no ves que estos son una panda de cabrones que se van a joder el chuletón!

Y así fue. "Qué queréis de cenar". Ocho chuletones y unos espaguetis de primero y unas bravas para abrir boca. Se puede ser igual de hijoputa pero más ya no lo creo. Desgraciadamente, o por fortuna no lo sé, los chuletones se habían acabado, pero no así el pavo estofado, ni el lomo, ni la salsa roquefort, ni los huevos fritos, ni un chuletón que logarmos rescatar de los rincones de la cocina, ni por supuesto, los espaguetis.
Unos espaguetis que a mitad de plato ya presagiaban lo que dos o tres horas más tarde acontecería en el inodoro. Dolor, punzadas de defensa de estómagos horrorizados ante la agresión injustificada perpetrada por sus dueños. Pero esas punzadas jamás fueron óbice para cejar en nuestro empeño y continuamos devorando esas patatas bravas y ese lomo bañado en roquefort.
Los postres fueron ajusticiados como si fuera la primera mousse de chocolate que nos llevamos a la boca y después de eso volvimos a Domingo's como para cerrar el círculo de crapulencia que habíamos descrito obscenamente y sin ningún pudor en la tarde noche que la gente normal se come un par de mandarinas y un pozal de sal de frutas para poder conciliar el sueño.
Pero nosotros trascendimos esos límites para más tarde llegar a casa y dejar la impronta en los dominios del señor Roca con la satisfacción de haber llenado el agujero negro, una vez más.
Apunte del subsuelo, primero:
Un día más tarde, y aun con todo lo contado anteriormente, y procediendo a la compra de diversas viandas para la lifara en Gerlimburgo (que será analizada en posteriores capítulos) un servidor no ha podido por más que marcharse a casa a merendar después de ver desfilar delante de él bolsas de cortezas, patatas, cucuruchos, latas de paté ibérico, burbanflases...
Apunte del subsuelo, segundo:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y eso que no se reltan los pormenores de la cena ni como se rapiñaba cualquier gramo de sustancia comestible...