sábado, octubre 13, 2007

La verdadera y desconocida historia de don Pimpón

La verdadera y desconocida historia de don Pimpón

Poco se conoce de la vida privada de don Pimpón, un underground que, harto de la vacuidad de la movida madrileña, decidió buscar nuevos horizontes en su carrera. A principios de 1982, cuando acababa de regresar de una visita a su buen amigo el maharajá de Kapurtala, recibió una oferta de TVE para aventurarse en un arriesgado proyecto creativo: la versión española de Barrio Sésamo. Las negociaciones no fueron fáciles, porque don Pimpón se mostró intransigente en sus exigencias artísticas: fiel a su espíritu altertivo, no estaba dispuesto a renunciar ni a su gorro de paja ni a su pantalón azul de tirantes.
Una vez superadas las diferencias de criterio iniciales, el programa fue un éxito. La vida sonreía a don Pimpón: Felipe González le invitaba a la bodeguilla, salía de copas con Sabina y era un habitual en las ponencias del Club Siglo XXI. Al tiempo compró un ático en Lavapiés donde invitaba a sus compañeros de reparto a consumir exóticas drogas directamente importandas desde Kapurtala. A todos menos a Espinete, porque entre las dos estrellas de la serie habían surgido las primeras diferencias artísticas: mientras el búho/oso/hurón quería introducir a los niños en el existencialismo de Sartre y Camús, el puto erizo sólo repetía: "En verde cruzo, en rojo espero".La relación personal fue de mal en peor, y 1985 sólo los índices de audiencia y los suculentos contratos que les ofrecía Pilar Miró consiguieron mantener juntos a Espinete y don Pimpón, que ya no se dirigían la palabra fuera del plató. Pronto el avieso erizo rosa empezó a practicar 'mobing' con su compañero de reparto. El búho, oso, hurón, o lo que cojones fuera, se sentía cada vez más desplazado en la serie y ni siquiera era capaz de comprender qué coño era esa horchata que todo el mundo bebía sin descanso. Por si fuera poco, cada vez que iba a comenzar el programa Espinete mandaba a todos los niños que persiguieran a don Pimpón por el bosque para que, cuando se diera la vuelta, se escondieran detrás de un árbol. Esta situación, repetida día tras día, llegó a terminar con los nervios del búho/oso/hurón, que víctima de la depresión se convirtió en un adicto al prozac.Cuando parecía que la situación no podía tornarse peor, Espinete dio una nueva vuelta de tuerca. Durante los tres primeros años la serie se había rodado de noche, pero el perverso erizo exigió por contrato que se comenzara a trabajar de día bajo la peregrina excusa de que sufría trastornos de sueño. Nadie le creyó, pero era la estrella y había que aceptarlo.Don Pimpón, al enterarse, estuvo a punto de dejar el barrio para instalarse definitivamente en Kapurtala, pero las facturas del ático de Lavapiés se le acumulaban bajo las plumas y se vio obligado a aceptar una situación que, para un ave nocturna como él, pronto se volvió insostenible. La sombra de Espinete era cada vez más alargada, y una semana después del cambio de horario ya mezclaba anfetaminas con horchata en la horchatería de Antonio y Matilde (aunque sabía sin saber qué era) para mantenerse despierto. Por si no fuera poco, el avieso erizo se las arregló para que, mientras todos los demás se ponían ciegos a magdalenas en la panadería de Chema, a don Pimpón le dieran como único cátering un par de ratas: "¿Cómo vamos a dar magdalenas a una lechuza?", arguyó Espinete en un alarde de mala baba.Pimpón, tan celoso de su vida íntima, era ahora víctima de un complot en el que incluso se ponía en duda su sexualidad. Intoxicado por las drogas y cada vez más encasillado en un papel que no satisfacía sus aspiraciones artísticas, el bicho marrón fue perdiendo poco a poco el control de sí mismo. Él, que siempre había querido interpretar al rey Lear en 'El rey Lear', se tenía que conformar con un personaje que no se sabía si era un el búho, un oso, un hurón o qué. Y durante un rodaje estalló: harto de que los niños le persiguieran por el bosque y se escondieran tras los árboles, comenzó a perseguir él a los niños para enseñarles hasta qué punto debían tener bien abiertos los ojos (los tres). Y claro, TVE no podía consentir estas reacciones en un programa infantil, de modo que le envió a una clínica de desintoxicación. Su ausencia se justificó en el guión como la enésima visita al maharajá de Kapurtala, pero en realidad Pimpón pasaba su infierno particular en una clínica de rehabilitación de Proyecto Búho.A su regreso a la serie ya nada era lo mismo en Barrio Sésamo. El cáncer detectado a Julián había hundido la moral de todo el reparto excepto la del egoísta Espinete, que lo veía como una oportunidad perfecta para arrebatarle el kiosko, comerse todos los chuches y convertirse en el nuevo hombre de los caramelos del barrio. El buen ambiente había desaparecido completamente del plató, y cuando Matilde denunció a Antonio por malos tratos la Dirección General de RTVE canceló el programa. Una semana después Espinete, incapaz de aceptar que se enfrentaba al ocaso de su carrera, se arrojaba al vacío desde el trigésimo piso de Torre Picasso.La experiencia en Barrio Sésamo dejó a don Pimpón profundamente marcado, de modo que decidió alejarse de la televisión para tratar de hacerse un nombre en los canales culturales alternativos. A finales de los ochenta se dejó coleta y comenzó a tocar la guitarra en varios locales de Huertas y Malasaña, pero poco después TVE volvió a recurrir a él para otra arriesgada apuesta: 'Los mundos de Yupi', programa en el que interpretaría a Astrako y donde por fin tendría el protagonismo que merecía. Sin embargo, los férreos guiones impuestos desde Prado del Rey le impidieron dotar a su personaje de todos los matices que hubiera querido, con lo que surgieron de nuevo las diferencias artísticas, esta vez con la dirección, que prohibió tajantemente a Astrako abordar temas como la sodomía, la antropofagia y la drogadicción. Por su fuera poco, si en Barrio Sésamo sólo se sabía que era un bicho marrón, en 'Los mundos de Yupi' la cosa se pudo todavía peor, con un horrible disfraz verde y una nariz de payaso como única caracterización para interpretar a un ambiguo marciano.El programa de Espinete había dejado el listón demasiado alto y la serie sólo duró dos temporadas, lo suficiente para llenar los bolsillos de don Pimpón hasta permiterle abandonar el mundo catódico y dedicarse a su veradera vocación: los monólogos, que aún hoy alterna con esporádicas apariciones en la televisión que le aportan unos jugosísimos beneficios.Desde 1990 Pimpón es un habitual de varios locales de Malasaña, donde interpreta sus monólogos ante un selecto y reducido público que disfruta con sus historias sobre el rollo entre Chema y Ana, el cáncer de Julián, la adicción a las drogas de Ruth o las sesiones de sodomía a las que Antonio sometía a Matilde en la horchatería. Pero lo mejor de su número sigue siendo el momento en que pregunta: "¿Alguien sabe qué coño es la horchata? ¿Alguien ha visto alguna vez una chufa? ¿Cómo se puede hacer una bebida con eso?". Después, sube a su descapotable y con su melena calva mecida por el viento se va a ver un concierto indi. Por fin don Pimpón es feliz.

2 comentarios:

el furby drogado dijo...

Simplemente maravilloso.

Anónimo dijo...

Ahora que se estila en esta pagina soltar idas de olla profundas, veo adecuado adelantaros que recientemente vi con mis propios ojos a Zapatero caracterizado como Marlo, y a Rajoy como el Loco de las Coles. Luego os detallare informacion semejante...