El fútbol soviético vuelve a resurgir

"No podéis hacer una revolución con guantes de seda."

Hola, soy el zampolit. Impelido por los nuevos aires que soplan desde el Este de Europa me dirijo a todo el orbe conocido a proclamar a los cuatro vientos que el fútbol soviético vuelve a resurgir. Corría el 25 de junio de 1988 cuando con escasos ocho años me di cuenta en toda su cruda magnitud de lo que esta puñetera vida me iba a deparar. Las huestes imperiales de la CCCP traspasaban las fronteras del Pekos y arrasaban los campos de fútbol de Alemania (Federal) en una magnífica vorágine de juego colectivo y perfecto, con pases milimétricos y jugadores robóticos que se dedicaban a ejecutar los maravillosos planes pergeñados por el genio Lobanovskiy en una excelsa clase de comunismo deportivo en la que acababa culminando aquel delantero apodado, como no, AK-47, al servicio de la Unión Soviética, Protasov. Aquella Eurocopa tenía dueño (medio mundo tenía un dueño, de hecho) pero el flainismo tecnogay venido de esas tierras pantanosas de encima de Dunkerque nos tuvieron que joder. La puta naranja mecánica. No te jode, con Gullit y con Van Basten bien se gana, pero en fin...

La Holanda de los cojones que era, es y será, la esencia del fútbol canallesco y ñicri por antonomasia. Que se supone que juega bonito pero aburre a las ovejas, porque el fútbol son goles y esos cabrones solo los han marcado cuando han tenido a Cruyff y a Van Basten (y en ocasiones a Dennis Bergkamp) en sus filas. Todos recordamos como acabaron sus incursiones contra Italia y Portugal en los últimos campeonatos. Sin marcar y apalizados (literalmente).

Pero volvamos al tema principal. La Unión Soviética fue despojada de ese título vilmente y no solo eso, dos años después, máscandose la tragedia que iba a acontecer meses más tarde, fue humillada y pasada por el pito del sereno en el Mundial de Italia '90. En el primer partido, los insurrectos rumanos le endosaron un vergonzante 2-0 que nadie imaginaba. En el segundo partido, en Nápoles, tuvieron suerte de salir vivos ya que Argentina tenía que ganar sí o sí y aquello fue una cacicada al estilo Korydalos Sports Hall. Con todo el pescado vendido, en el último partido le zumbó cuatro goles a Camerún, la misma Camerún que luego se plantó en cuartos de final y se los puso de corbata a la Inglaterra de David Platt y Gascoigne. Vamos, que hubieran sido unos dignos semifinalistas estos soviéticos, por lo menos, mientras que la Ñicri Holanda pasaba por un "sorteo" al haber cuadruple empate en su grupo (con Egipto, Inglaterra y Eire) y caía en octavos contra Alemania (unificada). Como siempre ha sido costumbre y como debe de ser.

A partir de ahí, el ñicrismo tecnoflainas se apoderó del fútbol (y de lo que no lo es) y no me voy a extender más sobre el tema ya que todos conocemos de las dramáticas consecuencias que todo este ascenso del ñicrismo ha tenido para nuestra decadente sociedad. Un valeroso grupo de maziellos aguanta frente al invasor, pero estamos tan solos...

Parecía que el valeroso Getafe de nuestros queridos mardanetes iba a invertir la tendencia (en lo futbolístico me refiero, en otros aspectos de la vida la cosa esta más jodida y se necesitaría otro 7 de noviembre) y se iban a cargar a los "alemanes" del Bayern. Estos flainas, liderados por el chuloputas de Luca Toni volvieron a llevarse la victoria para el bando ñicri pero pocos imaginábamos que el 1º de Mayo, recibirían su justo castigo.

El siguiente rival del Flainas de Munich era otro equipo de mardanetes, el Zenit de Leningrado, cuya afición se puede catalogar de maziella pa arriba. Un esperanzador empate en el Allianz Arena a un gol daba credito a estos rubiajos de más allá del Pekos. Además el partido se disputaba en una suerte de Mapfre Agropecuaria Arena infestada de mardanos leningradenses abotargados de vodka y con dos objetivos principales en tan sacrosanto día, aniversario de la Toma de Berlín (aparte de honrar a la memoria de "porque Él te está mirando" Stalin; ver palmar al Flainas de Munich y saber llegar a casa derecho con dos botellas de vodka a palo seco metidas en el cuerpo).

Y hete aquí que todos los mardanos de bien nos apostamos en los locales habilitados al efecto a lo largo y ancho del mundo conocido para ver si esta hazaña se podía producir. Además la hora del partido era, como antaño, a las 6 de la tarde, como Dios manda, nada de esas mariconadas de las 9 menos cuarto. Porque la fe del maziello es así de grande y esta le lleva a contemplar también, por ejemplo, la caída del Panthinaikorps en Belgrado ante los Partisanos de Dusan "garras largas" Kecman.

Y el "milagro" se produjo. El espíritu de Valery Lobanovskiy poseyó a los mardanetes del Zenit y obró maravillas en esa tropa, liderada por el "larguz" Pogrebnyak que parecía en la delantera Vasily Zaitsev cargando contra la Wehrmacht. ¡Qué cojonera!. Tamaña demostración de fútbol (porque eso fue fútbol, no el ñicrismo bakstritboy al que los dengues del Mandril y la Sectamásgrandedelmundo nos han acostumbrado últimamente) no se había visto en lustros. Desde aquellas postrimerías de aquel funesto 25 de junio del 1988.

Y hubo que destacar también el comportamiento de la grada, totalmente ochentero y recordando aquellas magníficas tardes en pabellones como la Mano de Elías (de Elías tenía que ser...) o el pabellón de Salónica. Los mardanetes, sin camiseta, enarbolaban sus butacas de plástico rojo (en las que solo faltaba la hoz y el martillo) en una magnífica alegoría dejando bien a las claras que ahora estos muchachos han vuelto para quedarse. Y seguro que se quedarán, porque Gazprom insufla sus velas.