domingo, febrero 03, 2008

Salgan ahí y ganen a esos bastardos

Cuando los jugadores entraban al vestuario en el descanso (16-6), nada hacía presagiar que Gales cambiaría el curso habitual de los acontecimientos (19 años seguidos perdiendo en Twickenham) justo el Día de la Marmota.

Wilkinson escondió a buen recaudo la almendra en la primera parte con la ayuda de su delantera, desactivando a la talentosa línea de tres cuartos rival (Henson, Shane Williams, Jones...). Pero Gatland debió repetir la arenga de Bennet del 77 en el descanso ("salgan ahí y ganen a esos bastardos"). Aquel 5 de marzo de 1977 Gales doblegó a Inglaterra en Cardiff (14-9). Ayer fue la fe del paquete galés, en el que militaban siete de los ochos delanteros titulares de los Ospreys de Swansea, la que vació el depósito de los mastodontes ingleses. Mientras Inglaterra exhibía su glamour polinesio, Vainikolo atropelló a un par de rivales y poco más, Gales presumía de raíces.
Con seis Jones en el equipo titular y los poderosos delanteros nacidos en los profundos valles del único país de Europa en el que el rugby es el deporte rey. Inglaterra mantenía a raya a los dragones gracias al pateo de Wilkinson y a un ensayo de Flood en el que Jonny sacó provecho del poderío de Vainikolo. Muchos riñones, sobredosis de pick an go y alegrías contadas. Gales se aburría.
Desfondado.
Pero llegó la segunda mitad. La delantera inglesa se desfondó y sus carencias salieron a flote (0-20). Su medio melé, Gomarsall, es desquiciante, el zaguero Balshaw no se cree a Vainikolo y las lesiones de Streetel y Tindall les pesaron mucho. Gales comenzó a acariciar la bola y el campo, un embudo hasta la hora de partido, empezó a crecer para los backs galeses. Twickenham murmuraba ante las dudas de su gente atrás (¡22 pérdidas en su línea de 22!). Cuando Phillips posó su ensayo (19-19), pocos apostaban ya por la Inglaterra del nuevo Lomu (Vainikolo), el Dios del rugby (Jonny) y el futuro Wilkinson (Cipriani).
Un ejército de tipos comprometidos y orgullosos del escudo que llevan en su pecho arrollaban a la subcampeona del mundo ante su gente, en La Catedral, territorio comanche. El abrazo final cerraba dos oscuras décadas de desilusiones galesas. Justo ayer, el Día de la Marmota, el día menos indicado para cambiar el guión habitual.

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