Zagales, ¡viva la madre que os parió!

¡Viva España, cojones ya! Vaya por delante que quizás hayamos asisitido a uno de los peores Mundiales de fútbol de toda la Historia, pero es nuestro. Nuestro y de nadie más. Y desde luego, no es de esa parada de los monstruos que tuvo a bien intentar descuartizar ayer a la Furia española.

Uno tiene sus traumas desde pequeñito. Traumas graves, instalados en el acervo popular y particular a base de ostias y sinsabores. Como el de aquel PSV Eindhoven de infausto recuerdo que privó al mejor Real Madrid que uno recuerda de ganar la Copa de Europa cuando dicho trofeo merecía tal nombre. Aquel PSV era una banda de navajeros que se paseaba por los campos de Europa haciendo apología del cerocerismo, táctica impropia del santo varón que los entrenaba, don Guus Hiddink que no se sabe muy bien porqué terminó haciendo penitencia en esa hermandad de flaiñicris. Nunca olvidaré el gol que le colaron a San Paco Buyo en el Bernabéu. Un empate a uno rancio y rastrero que les otorgaba el pase hacia las semifinales. Luego ganarían aquella Copa sin vencer un solo partido. La vaca lechera Koeman, el navajero de Vanemburg, el maltetao de Van Breukelen... Esas cosas a tierna edad marcan, forjan el caracter, cierto es, pero marcan. Si a eso le añadimos el asistir el verano siguiente a la derrota de una de las mejores selecciones de la Historia Moderna, la CCCP a cargo de los mismos tipos, ayudados por los secuaces milanistas de Arrigo Sacchi quien previamente había vuelto a humillar al Madrid... todo ello provoca tirria, odio eterno, fijación extrema por esos equipos, esa selección que viste de naranja y dice jugar bien. Holanda siempre fue el coco para esos niños que vimos como el Buitre, después de ser el más grande metiéndoles cuatro tabas a Dinamarca, se quedaba sin Copa de Europa por culpa de esa cohorte de tulipanes, en algunos casos excelsos jugadores, pero navajeros, trifulqueros, pendencieros a más no poder.

Hasta ayer. Según avanzaba la prórroga me venían a la cabeza los desastres de épocas pasadas. El penalty de Losada en Leverkusen, el de Eloy en México, el de Torrejón en Glasgow, Salinas ante Pagliuca y Manjarín ante Seaman. Se olía la tanda de penaltis, excesivo premio para ese batallón de tullidos futbolísticos comandados por el matarife Van Bommel, cuyos únicos argumentos serios recaen en la bailarina de cristal Robben y un tipo, Sneijder, que aunque bueno no le llega ni a la suela de los zapatos a don Dennis Bergkamp, señor que si hubiera tenido a bien nacer un poco más allá de la margen del Rhin, tendría algún Mundial en la buchaca. El resto de delincuentes parecen sacados de lo más profundo de Amsterdam. Y lo más profundo de Amsterdam es muy profundo.

Pero ayer les ganamos.




Joder, que si les ganamos. Un Mundial y una herida que no terminaba de cicratizar. A tomar por culo los tulipanes, a tomar por el culo los complejos del pasado. Pocas noches he dormido tan bien como esta, con semejante satisfacción y con semejante trempera mañanera.

¡Viva España y la madre que los parió!